primavera 2008 /
En nuestro afán de ir juntando cabos, sueltos, diseminados, para ir tramando una red, que quizas el día de mañana permita una circulación mas amplia de tangueros de todos lados, sintiendose en casa, casi antes de llegar.
En estos momentos previos, de ir configurando "la ruta del tango", que más adelante emprenderemos en primera persona, hoy, a modo de alimento para las ganas, vamos aportando manchones, datos vagos, compartiendo los contactos. difundiendo rumores, hasta que en el momento menos pensado posemos los pies en el umbral de ese lugar , antes prefigurado en el deseo.
Asi compartimos una nota,(publicada por el diario La Nación ) que transcribimos a continuación, para cureosear otros lugares, por ojos ajenos. que disfruten como es la vida del tango mas allá, de donde bailamos hoy...
El boom de las milongas en París
Apasionados de diferentes nacionalidades asisten a los numerosos espacios para bailar el tango
PARIS.- Un africano rige los destinos de una de las milongas más antiguas de París a la orilla del Sena. Turé tiene aire de rapero de Brooklyn, pero nació en Guinea. Llegó a los 10 años a París y no volvió más a su país, pero dice que le gustaría conocer Buenos Aires. Se volvió un apasionado milonguero, fanático de la orquesta de Di Sarli y de El Arranque. Hace varios años que comenzó con esta milonga después de tomar unas clases y no pudo parar. Ahora trae su equipo y pone la música los jueves, viernes y sábados en la milonga que tiene de fondo la Ile de St. Louis. "El tango es muy lindo, pero difícil de aprender. Yo sé bailar salsa y otros ritmos, pero lo que más me gustó del tango es ese vínculo del abrazo", dice en un perfecto francés.
Suena un vals de Canaro. Las parejas danzan bien pegadas, con los ojos cerrados, hacen dibujos en el piso, algunos trazos son rústicos, otros, más delicados. Parece una escena de entre guerras. Todos se dejan llevar por la cadencia de la música y el arrullo del agua. Es la medianoche y una veintena de milongueros parisienses giran en ese pequeño anfiteatro que tiene una pista redonda como la de un circo. La milonga del Sena es uno de los veinte espacios preferidos por los parisienses para bailar tango. Funciona todos los días, es gratuito y la milonga se la reparten entre Turé, el africano; Estefan, un turco, y Eric, un francés seguidor de la música de Gardel. Ubicado cerca del Instituto del Mundo Arabe y conocido popularmente entre los parisienses como la Quai de los anfiteatros, desde hace una década se ha transformado en un ritual tanguero de verano.
"Los franceses le dicen a esta costumbre «ir a bailar al Sena» y es un lugar más, porque todos los días de la semana podés bailar tango en París. Hay una oferta que crece día tras día; como que está resurgiendo ese fervor que hubo en los años veinte, cuando el tango bailado era un fenómeno en esta ciudad. Los domingos llegás a tener hasta cinco milongas para ir a bailar", cuenta Augusto, un experto milonguero, nacido en Perú y de madre argentina, pero radicado en París hace más de una década.
Augusto, organizador para Francia del Campeonato Mundial de Tango, conoce cada detalle de las milongas y los vaivenes de esa pasión tanguera en París y comenta: "Para el parisiense aprender a bailar el tango comienza como una actividad más. Ellos hacen muchas cosas, yoga o clases de arte, pero una vez que entran al tango no pueden escaparse. Conocí a parisienses que se fueron a vivir a Buenos Aires y ahora están allá por el tango".
Bailar en París
Dicen en el ambiente parisiense que la fiebre por el baile crece día tras día y hoy se calcula que unas 15 mil personas bailan tango en Francia. La oferta existe y sólo en la Ciudad Luz los espacios se multiplican entre las milongas semanales o las que se realizan una vez por mes. "Antes no había costumbre de milonga. El público consumía tango para escuchar. Ahora encontrás gente que baila muy bien y abrazados, no como antes que bailaban mal y separados. Eran una catástrofe bailando", apunta Augusto, que hasta hace poco tenía su propia milonga.
No hay como perderse en la noche de París y en sus milongas. Hay para todos los gustos: están los lugares célebres, como La Latina; la milonga para jóvenes 9 Billares en el fondo de una brasserie o en la Cité U; también las clásicas como la señorial y elegante Casa del Tango; la milonga peña que organiza la gente que formaba en los años setenta parte del grupo Los Indianos, o la simpática milonga El Colectivo, donde se puede comer empanadas, tomar vino y mate.
Como en Buenos Aires, la información semanal de las milongas circula por Internet o por revistas como el Farolito, un mensuario gratuito con toda la data de cursos, espacios, exhibiciones y hasta dónde comprar zapatos de tango en la 64, del Boulevard Diderot. "Desde hace dos años hay un boom con el tango en París y en toda Francia. Es increíble, pero en cada pequeño pueblito existe alguien bailando tango", cuenta Alexandre, el director y editor de El Farolito, que tiene una original historia alrededor del tango.
"Yo soy mitad ruso y mitad yanqui, pero me enamoré del tango y me fui a vivir varios años a Buenos Aires, hasta que conocí a mi esposa, Verónica. Nos enamoramos y ahora nos vinimos a París. Somos como la conexión París-Buenos Aires", argumenta el rebautizado Sandro, por su fanatismo por el cantante. Junto a su mujer editan la revista de distribución gratuita que tira unos 10 mil ejemplares por mes y les va muy bien. "Creo que tenemos algo que ver con este resurgir, pero simplemente como una gotita que aporta un poco de energía a esta movida del tango en París", dice en un castellano de acentuación italiana y con el abordaje de un porteño.
El sueño parisiense
Parte de ese fenómeno se pudo ver en las jornadas de milonga en el teatro Chaillot, que fueron parte del programa del festival Buenos Aires Tango 3, que convocó a un promedio de 250 personas por noche y tuvieron asistentes de privilegio como el coreógrafo Georges Moustaki y el cantante español Paco Ibáñez.
En ese amplio salón ornamentado con un aire art decó se realizó la final francesa del Campeonato Mundial de Tango. De todas las milongas parisienses y de otras cincuenta asociaciones de tango diseminadas por el país salieron las trece parejas de bailarines que compitieron por el sueño dorado de viajar a Buenos Aires para batirse en febrero con los milongueros porteños y de todas partes del mundo.
Ver a todas esas parejas francesas bailando los temas de Troilo, Di Sarli, D Arienzo o Pugliese con el fondo iluminado de la torre parisiense es como estar en un sueño extraño. Sin embargo, ahí están los bailarines, con gesto apasionado, ensimismados en la música, sintiendo el intransferible sentimiento tanguero. Creyendo ser Virulazo o Miguel Angel Zotto. Disfrutando de bailar el tango, como lo hicieron sus abuelos en la París de los años veinte.
El soñado viaje a la tierra prometida de los tangueros extranjeros quedó finalmente para la pareja francesa de Pasqual y Marianne de Vivo. El, con una barriga similar a la de Virulazo y una caminada sobria y elegante, y ella, con su porte de bailarina profesional, cautivaron con su sentimental estilo de salón. Un jurado de argentinos los declaró los franceses más porteños para bailar. El segundo y tercer puesto quedó para una pareja de Strasburgo y otra con un bailarín danés que vive en París.
Será entonces que el tango se mete en el cuerpo y no reconoce documento de identidad, ni pasaporte.
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Hemos compartido este alimento para las ganas. creemos que aporta vitaminas, desición, e incrementa la alegría. Abiertos a vosotros, y dispuestos a darle lugar a las experiencias de cualquier tanguero "que nos pase el dato" de lugar, donde uno pueda darse el gusto, de bailar un tango, donde sea. Otro aspecto escencial y fundacionale del tango es su espiritu nómade y vagabundo. También creemos, que ejercer este aspecto, nos aporta un disfrute particular. entramos en una deliciosa armonía. un círculo se cierra...
hasta que se abra el próximo...